Vicente Guallart trabaja en su estudio de arquitectura desde 1992 y fue arquitecto jefe del Ayuntamiento de Barcelona, entre 2011 y 2015. Hace unos meses, resultó ganador de un concurso internacional para construir viviendas autosuficientes en China, con un proyecto gestado durante el pasado confinamiento. Viviendas que serán diseñadas para poder producir alimentos, energía y objetos de uso diario, aprovechando las posibilidades de la tecnología digital y las impresoras 3D.
Y es que Guallart considera que la combinación de naturaleza y tecnología es la clave para una arquitectura más humana y sostenible, un modelo de construcción que defiende desde sus inicios profesionales, tal y como explicó durante su intervención en el Día C 2021. “Desde joven siempre me plantee crear un lugar para poder inventar el futuro. Y eso que la idea del futuro en los 80 estaba muy degradada. Era un momento de revival histórico, de muerte de la modernidad”.
La gran oportunidad llegó en 2003, cuando asumió la dirección del entonces recién creado Instituto de Arquitectura Avanzada de Cataluña (IAAC), un centro educativo y de investigación que nacía con el objetivo de desarrollar una arquitectura capaz de hacer frente a los desafíos mundiales en la construcción de la habitabilidad. “La idea era poder crear espacios de libertad. Nuestro objetivo era ver cómo el mundo digital podía reinventar la arquitectura. En aquel momento no existía ni Google, ni Facebook ni Instagram… Aun así, hicimos un proyecto basado en lo que hoy se llama internet de las cosas, empezamos a utilizar robots para diseñar edificios, hicimos la primera vivienda autosuficiente… Nos decían que estábamos en las nubes, pero el tiempo nos dio la razón”.
Y es que, según Guallart, internet ha cambiado nuestras vidas, pero todavía no ha cambiado nuestras ciudades. “En plena burbuja inmobiliaria, el precio de la vivienda estaba aumentando y fue cuando empezamos a pensar en edificios autosuficientes. Imaginábamos que con el mundo digital podríamos transformar la economía que hoy conocemos. La visión que teníamos es que podríamos producir localmente y estar conectados globalmente. Pero lo cierto es que con el paso del tiempo hemos perdido la capacidad de hacer cosas y en parte eso nos ha llevado a esta crisis”.
Contó que se plantearon regenerar los edificios en las ciudades existentes colocando invernaderos en las cubiertas y paneles solares para coches eléctricos, laboratorios de fabricación, agricultura urbana, etc. “Era el año 2010 y nos decían que estábamos locos”, apuntó. Una nueva visión que tenía implicaciones en el modelo de ciudad y que suponía pasar de un mundo centralizado a otro descentralizado. “La ciudad del futuro es una ciudad distribuida con muchos centros que funcionan como una pequeña ciudad. Un modelo en el que no nos moveremos mucho y en el que la identidad de los lugares será también distribuida. No habrá un gran monumento en el centro y una periferia anónima. Cada barrio tendrá equipamientos públicos y buenos edificios. Y habrá nuevos sistemas de movilidad, como por ejemplo vehículos sin conductor”.
Es momento de volver a transformar las ciudades
Dijo también que toda revolución tecnológica lleva emparejadas transformaciones radicales en las formas de vida, en la economía y en las ciudades. Y que esos cambios siempre se producen cada cierta periodicidad. “La arquitectura cambia cada 25 años. Las ciudades, cada 50 años. Y esto repercute en la economía, en la manera en que vivimos, etc. En los años 20, hace un siglo, la arquitectura cambió para que hubiera más luz en los edificios y se construyeron más terrazas, se empezó a utilizar el hormigón, se produjo el desarrollo de los suburbios y de las autopistas…. En los 70 con la crisis socio-intelectual (mayo del 68) y la crisis del petróleo, la idea de urbanidad volvió a cambiar y los plásticos, que hoy rechazamos por su gran cantidad de emisiones, fueron todo un éxito. Fue el momento de volver a los centros históricos, de cambiar las autopistas por parques… Hoy, 50 años después, en plena crisis de cambio climático y de pandemia, tenemos una nueva oportunidad para transformar la economía y la forma de hacer las cosas”.
Y con este motivo habló del concurso que recientemente ganaron en China, en el que propusieron hacer edificios de madera que produjeran energía, alimentos y objetos de uso diario. “Una ciudad de los 15 minutos, donde exista el teletrabajo y el coworking. En la que la madera será el material fundamental. Y donde poder reinventar los ciclos de la economía. Creemos que la nueva frontera es que las ciudades sigan los principios de los sistemas naturales”
Y es que, según Guallart, lo mejor para luchar contra la pobreza energética y alimentaria es dar a la población herramientas para que pueda producir sus propios recursos en su hábitat. “La idea es que los alimentos se puedan producir en invernaderos dentro de los edificios. Que los edificios también integren la producción energética”.
Para finalizar, comentó que la pandemia ha demostrado que internet y el teletrabajo funcionan, pero que también debemos producir localmente. “La idea de la reindustrialización digital de las ciudades es posible, con máquinas, impresoras 3D y otras tecnologías. Y también vivir en viviendas flexibles, con terrazas y espacios abiertos. Os animo a pensar en reinventar las ciudades a través de la fusión de lo artificial y lo natural”.
Puedes ver las charla del Día C 2021 desde la videoteca del c de c aquí